Con su voz comienzo un nuevo disco dedicado a poetas cercanos a mi corazón.
Siempre que me acerco a un texto, un poema que no está escrito por mí, lo hago, además de con todo el
Para mí la honestidad, el respeto y el cariño por una obra o la persona que la crea, son un mismo camino indisoluble.
De Julio Vélez se ha escrito bastante, pero seguramente mucho menos de lo que se merece.
Pero no soy el más indicado para hablar de él, ni para descubrírselo a quién aun no lo conoce.
Solo diré que pertenece a la estirpe de poetas valientes que esgrimieron el verso como arma poderosa para erradicar las lacras sociales y vitales que cercan al hombre…
Para conocer más su figura recomiendo la lectura de algunos libros y textos como “La palabra labra la palabra” de Alejandro Romero, Eduardo Galeano y Anthony L. Geist editado por Atrapasueños, 2012 ( http://www.atrapasuenos.wordpress.com/), o en blogs como http://juliovelez1946.blogspot.com.es/.
Julio Velez es poesía. Es luz…Es vida y muerte…Pero sobre todo su palabra labra palabras de justicia social, moral y vital.
NO HAY DUDA de Julio Velez
La mesa donde cada tarde nos sentamos en gris.
Gris como la tierra de un campo.
De un campo cualquiera donde unos españoles
por X duros se van matando.
La mesa donde tímidos por vez primera nos dimos la mano,
es verde, como la mar.
La mar donde unos españoles pasan la noche
si no pescando con la tormenta en los ojos y la peste en las narices.
Y la otra mesa. Donde nos besamos es negra.
¿La recuerdas? Tan negra como el asfalto.
El asfalto donde unos españoles
construyen carreteras para deportivos rojos y blancos.
Donde unos españoles se queman por unas pesetas.
Por un vaso de vino.
¡No hay duda! Este amor nuestro
es tan salvaje como el campo.
Tan alto como la mar.
Y como el alquitrán tan inhumano.
Tenemos en nosotros a los españoles. Los nuestros.
Los trabajadores que se queman. No hay duda.
No hay duda que una de las dos cosas está mal construida.
Nota-Podéis oír la canción arriba, en el reproductor soundclick
respeto, con la idea, el sentimiento de no dañar la obra, de darle mi propia visión sin que pierdan, sin estropear la subjetividad del que en su día lo escribió ni del que lo ha leído o lo va a leer o escuchar.
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